Ofrenda

Algún día agotaré mis suspiros,
me habrán declarado en lo incierto,
tal vez condenado al olvido.

Espero que sea en mucho tiempo;
que mis pasos no se cansen,
aunque sean lentos,
siquiera que me arrastren.

Seré ligero, 
a lo mejor viento, 
fuego,
tierra que germina
con sabor a menta o vainilla

Algún día agotaré mis suspiros,
me habrán declarado en lo incierto,
condenado al escrutinio de mi ética barata.

Posiblemente eso esté lejos;
confío que sea justo, 
también creo haberme redimido,
ciertamente un poco.

Ser recordado,
no con trascendencia,
en una sonrisa,
como las que esbozan los viejos
acariciados por el recuerdo.

Algún día agotaré mis suspiros,
me habrán declarado en lo incierto,
espero merecer ofrenda.

Cosas que entrañaba,
fotos de mis alegrías,
algún presente singular,
algo de memoria para volver.

Qué bonito debe ser, 
tenerlo a uno conmemorado,
reiterado en la palabra,
en rito místico 
eternizado.

Deriva.

Tengo muchas ideas sueltas,
de las que se siguen sin coherencia, 
hilos e hilos sueltos;
también tengo recuerdos.

No les sé acomodar,
no quiero
dañen,
agredan o
me hagan caer en el sabotaje.

Es como la deriva, 
aún conociendo el rumbo.
Como la deriva,
cuando no se confía en el capitán.

Es lo contemplativo,
ser el mapa hacia ningún lugar,
pues no importa el destino, 
se hará omisión para llegar.

También son sueños repetitivos
de lo que sigue a la mitad,
reconocimiento robado, 
hijos perdidos;
tiempo que se va.

Es la odisea de primavera,
su jodido calor,
el desacredito, La Fuga.

Amor es lo que tengo,
enredado, 
cual estambre arrumbado;
es el tejido que dejaron en su partida,
noche tibia y rocío
al despertar.

Y que respire.

Vengo del final de otro sol,
desparpajado y meditabundo,
aún con miedo, 
también con cierto sabor de triunfo
y solemnidad.

Observé a mis muertos,
también a los difuntos huérfanos,
a quienes agradecí,
por los que abracé la paciencia
y esperanza.

Ante las limitantes del desgobierno,
maldijé la oportunidad, 
negada a ellos ,
retrasada por la necedad
y otros más mortales.

Refunfuñé conforme la costumbre,
lloré en silencios intermitentes,
dolido del cuerpo,
sacudido desde la entraña
y en incertidumbre siempre.

Por su memoria indómita continúe,
valeroso a medias,
optimista en otro tanto,
a veces restando trascendencia
y nada pasó.

Al menos eso parece, 
sigo girando con el mundo,
sobreviviendo entre adversidad,
amado entre quienes me tienen
y quienes creo que me delimitan.

Quedará pendiente otro verso, 
la historia que no ha sido interpretada,
el sueño que resiste, 
la realidad que asfixia
y que se agradece que exista.

PENDIENTES

Este otoño es doloroso,
viene como recuerdo fulminante, 
clavado al corazón en forma de
ausencia;
es frío, cortante, 
con más oscuridad que siempre.

Nuevamente haces falta;
no, 
nunca se resolvió
tu vacío.
Menos el desabrigo.

Ya no nos vemos en sueños, ni
apareces en el comentario
tonto y
descuidado
de la sangre que se niega, 
la que deje de frecuentar.

Hoy no hay viento,
no fluye el silencio,
reafirma una idea
de estancamiento,
doloroso murmullo,
aroma a parafina,
luz tenue y amarga.

A él le
hubiese
fascinado,
conocerte y
tener tu cercanía,
disfrutar la protección. 
A mí, me queda pendiente el consejo.

Iracundo, sin rumbo,
fatigado; en ratos,
desconocido a mis
pasos y a mi sombra. 
Me gustaría contarte,
ella  reconoce, 
me devuelve, sé, 
soy complicado,
tanto impredecible,
como encriptado.

Llegará el invierno y reaparecerás,
serás como siempre,
en coronas
y flores,
a la melancolía de un miércoles,
por las noches de
fuego.



Caminar hasta el mar

Un día decidimos caminar hasta el mar, terminamos surcando el cielo, acariciando nubes rosas y doradas. Y mientras el viento nos llevaba, una gaviota acompañó nuestro camino.

En un segundo caímos del cielo directo hacia el océano, para saltar como una raya hacia los rayos del sol que se pierde en el horizonte.

Fuimos espuma y arena, híbridos de la tierra y el agua; como los cangrejos que pasean a la orilla de ambos elementos. 

A continuación, éramos un surco en la arena, una iguana que lleva su cola entre los granos del universo y deja un rastro de polvo estelar en su huella de movimiento.

Abrimos los ojos, nos vimos en medio de la inmensidad, justo donde las ballenas cantan canciones de cuna a sus crías y donde los delfines vienen a retosar.

Los pelícanos nos llevaron de vuelta, eran de acero y reflejaban la belleza de nuestra aventura. Entonces despertamos, ansiosos de volver a soñar.

Mi satélite

Tengo un satélite que gira a mi alrededor. Tiene una especie de fuerza gravitacional que lo mantiene unido a mí.

A veces orbita a pocos centímetros, dificultando mi caminar; otras, está unos metros distante, observándome, como si quisiera protegerme de cualquier fuga por el espacio.

Usualmente, choca conmigo cada mañana. Me acaricia y espera a que abra los ojos, en ese momento suele preguntarme: qué me vas a dar.

Cuando debo ir a trabajar, sale de mi órbita, pero siento mucho más atracción a él. Pareciera que cuando estoy ausente tiene muchísima actividad en otro planeta...

Pues cuando regreso, normalmente está cansado. Me pide arroparlo y llevarlo a un agujero negro, donde descansará por un ratito

También hay momentos donde queremos estar solos. Instantes difíciles, llenos de sobresalto y oleaje; es cuando aceptamos que uno influye en el otro.

Él es mi satélite, yo lo amo de forma sin igual, debe ser porque en muchos sentidos soy su universo. Y viceversa es igual.


Confinamiento

He estado recordando,
peligrosamente, fugaz;
familia, amigos,
momentos.

Extraño a algunos,
en especial a los que distancie,
por sana alegría
o por error y desencanto.

Les pienso,
les escribo;
a veces les leo, mayormente, 
son palabras al viento.

También las recuerdo a ellas,
en la música, el café,
en sus distintos asegunes,
en nuestros contratantes desencuentros.

Duermo,
ahí están conmigo;
yo estaré con ellos,
aún no, estoy entre pendientes.


En el mar y el tiempo

Te recordaré en el mar,
también en el tiempo
a través de un retrato;
siempre con una canción.

Nunca en crónica de lo funesto,
ni de cuando el mundo se detuvo.

Va tu voz en el viento,
el deseo de tu reencuentro,
al que no me animé,
que nos quedó pendiente.

Fugaz fue el desencuentro,
justo cuando los días se han detenido.

Lamento que sea en el silencio,
sin estruendo revolucionario,
ni esperanzadora melodía,
temo que te fuera solitario.

Cierro los ojos, palpitando te evocó,
como hace años en cualquier protesta.

Ojalá no te cuenten en la estadística,
ni como baja colateral
de una guerra invisible;
así sería muy triste.

Mejor de uno a uno, de uno en dos.
Mejor sin un adiós.



Exilio

Nunca fui buen amigo, 
no se me da la preocupación a los demás,
tampoco el amor,
el de la rama de olivo,
ni el que es fraternal.

Voy entrañando a la gente,
disfrutando su distancia y libertad,
prefiero tenerlos lejos,
muchas veces es mejor no estar
para no vivir extrañando.

Igual se fue la familia, 
me quedé con lo necesario.

Como amante de la reciprocidad, 
prefiero los términos claros,
sobreentendidos e implícitos,
sin esfuerzos ocasionales,
furtivos en su eventualidad.

Disfruto la compañía ciertamente,
también la nostalgia cuando se va,
debe ser que el corazón no dimensiona,
que la mente nubla y distorsiona
para disfrutar lo que ya no está.

Mis días también se escurren,
a cada momento me debo un tanto más.

No es que no me duela la vida,
extraño mucho a los que no están,
sea por convicción o decisión divina,
a los que se fueron recientemente,
quienes me dejaron en lo fundamental.

Van entre suspiros y recuerdos,
acompañados de inocencia y bondad,
andan entre mis momentos tristes,
cuando se me ocurre parar,
incluso cuando abrazo la soledad.

Aún dudo si son ellos los que se van,
posiblemente yo he partido.

Algunos seguramente no volverán, 
para otros la voluntad no basta,
nos alcanza el tiempo, 
se nos extingue algo que no sé explicar
y no deseo hacerlo.

Abrazo lo que me prevalece,
seguramente a quien está por llegar,
a los fantasmas que dejan dolores
y a los que llegaron a llamarse amores;
todos ellos siguen aquí, bien adentro.

90 minutos

Dulcemente verde,
como el campo de juego,
deslumbrante e inesperada,
arrancando ovaciones,
endulzando el corazón.

Con movimientos inesperados,
cadenciosos y sutiles,
escondiendo el preciado objeto de juego,
llevando el corazón a mil.

Carismática y radiante,
sorpresivamente bella e inesperada,
haciendo soñar,
ansiar aún más magia.
de esa que explota los sentidos.

Imponente e inquietante,
provocando mieles y suspiros,
sueños y alegrías,
para reventar el silencio.

El anhelado triunfo,
que acompaña el éxtasis,
las palabras no dichas,
batallas pendientes,
pasiones que estallan.

Estrella de octubre

Un octubre me encontré con una estrella,
extraña e incomprensible,
repentina tanto como inesperada,
deslumbrante; bella.

Ella, mi estrella,
que se quedó hasta noviembre,
y se eternizó en mi diciembre,
cálida, radiante, luminosa,
presente; eterna.

Dulce como un algodón de azúcar,
festiva cuando recae la tempestad,
pensar en mi estrella,
la envolvente;

Mi estrella no es fugaz,
está en mi pecho cuando el cielo nubla,
también cuando la esperanza remite,
presente; eterna.

Se fugó de pronto en un enero,
dándome un regalo en febrero,
no le reprochó lo mínimo,
se convirtió en mi año entero; bella.

A Dalila.

Al llegar la primavera

Bella sensación es esa que se abraza al recuerdo,
que estremece a la distancia;
dulce como estrecharse hasta el ocaso,
cuando luz y oscuridad también son uno.

Hacerse recuerdo,
anhelo,
repetición descontrolada,
reiteración del placer;
ser entre el horizonte escarlata,
en silencio y éxtasis.

Amar anónimamente,
hasta hacerse agua y transformarse en suspiros;
pasar a ser fuego,
alumbrar lo perdido.

En silencio mirar,
porque a las batallas suceden las celebraciones,
así mismo se acompañan los amores;
radiantes y sonrientes.

Cuerpos que tras el asedio se entrelazan,
guardianes de la complicidad,
refugio de las esperanzas;
estrategias para volver a combatir,
ansiedad de los reencuentros.

Andar cuando ha llegado la noche,
perderse entre multitudes y tumultos;
kamikazes de la suerte,
ocasionales en las tardes de invierno,
eternos al llegar la primavera.

Promesas

El día que me mates
hazlo despacio y en silencio,
para que la muerte venga sin sobresalto.
Indícame que ya es hora; déjame pronunciar algunas palabras sueltas y
permite que cierre los ojos.

Hazlo de noche,
para que el amanecer sepa que me he ido,
colócame de manera apacible,
igual a cuando dormía agotado y sin angustia.

Sé efectiva y no dudes ni un segundo,
si es preciso ten un plan complementario,
o dos, o diez.
Corre solo si la situación lo amerita,
pero no huyas,
no es un crimen si de antemano se avisa.

Llévame hasta el olvido,
no harán falta funerales o protocolos,
Y no lo recuerdes,
hay muertos que no deben nombrarse, dicen que son a los que les gusta regresar.

VERSOS BREVES A CECILIA


Para recordarnos.

Sonarán tres veces las campanas,
vacuidad en lágrimas y
abrazos,
por compromiso estarán,
dirán tu nombre, el de ella también,
el de los ausentes,
tal vez nos recuerden ahí.

Irán de tema en tema,
recordando que estuviste,
habrá sonrisas,
reclamos sobre dónde estás.

Te verán aparecida,
dirán que tú dijiste,
encenderán las veladoras y
elevarán las plegarias.

Usarán tu nombre,
más allá del recuerdo y
el arraigo,
desde aquí no hay derecho,
pero escribo desde el corazón,
aquí no me gusta que te toquen,
aquí sigues estando.

Para no olvidar.

Elegiste la noche,
un rincón muy particular,
ideal para el suspiro.

Albergaste mis manos,
también las de él,
las de ellos,
tus devotos amantes.

Te hiciste perpetuidad,
por ello lates firme,
dulce y bella: eterna.

De dos a tres


Antes de que se me extinga el día,
que se me ahoguen las razones,
de la euforia contenida
y que acaben las canciones;
he de decir,
a ti mi bienestar,
el imprevisto decoro que ocasionas,
la sangre que me detienes
con ya bastantes ocasiones.

Felicidad de origen inesperado,
se enaltece ante el avance
del tiempo,
que a veces ametralla,
no deja de escaparse.

Tu figura no vacila,
se mantiene en vanguardia rutilante,
siendo sonrisa y compañía,
seguridad ante el desastre;
no te vayas,
tampoco te canses,
continúa como alegría,
libre, atenta, cálida y
en el preciso instante.

A Dalila.

Tempestad

Son días de tormenta,
aunque no alcanzo a ver bien,
debe ser,
porque me siento abandonado,
hundido,
segregado entre los muertos,
los de mi generación,
también,
aquellos que
vienen del pasado.


Son las ofensas,
las no hechas,
otras que deje pasar,
pues no aspiro a la maldad,
tampoco al señalamiento,
juicio que lleva al olvido.

Olvidé,
a conveniencia,
por convencionalismo y herencia,
rindiendo culto a ella,
a la virtud de unión,
por cariño principalmente,
respeto y jerarquía,
agradecimiento,
a la par por el amor
recibido.

Mas, lo perdí,
fue entre la duda y el descuido,
por rencillas extrañas,
remolinos de miedo,
conflictos de soledad y protagonismo,
porque sigo sin entender,
sin saber qué pasó,
cómo se diluyó,
tan sólo
mirando a la pared;
leproso o apestado,
condenado.

Ha llovido,
tempestuosamente;
al frente del camino
se perdió
la vista y el rumbo,
era riesgo mortal,
quemadura en los ojos,
reclamo a la ausencia,
prueba de fe.

Ha inundado,
con ello el ahogo;
es sencillo interpretar,
más acostumbrado
apuñalar,
dudar de la vida,
por no conocer
la fidelidad,
sembrar con veneno
donde florecen los cerezos.

El sol,
vendrá mañana,
con trabajo y armonía,
conciliación de la materia y la carencia,
tal vez nos traiga a la familia,
me reúna con extraños y,
no sea en funeral,
sino en cortejo de flores y alegrías,
como se anhela siempre,
pues
a ello se lucha,
se dedica y
empeña el corazón viajero.



a mi padre.

Allende

Allende el inmortal, el de la libertad para soñar y el derecho de vivir en paz. Allende, la fuerza de la mar y a la patria amar.

Allende y el imperio, el guardián de la esperanza y la nacionalidad. Defensor del campesino y el obrero, de aquello que llaman libertad.

Allende y el grito revolucionario, el pueblo que resiste, que lucha contra la dictadura del yankee invasor y mercenario.

Allende y Santiago, crónica de la inmortalidad;  relato de la injusticia y de la impunidad. Lecciones de lucha, palabras de libertad.

Allende y el pueblo, el progreso que se vuelve a respirar. Allende la patria herida, una razón más para no dejar de luchar.

Allende, defensor de la lealtad, del asalariado y el desprotegido; espíritu de bondad. Allende tus pasos inspiran la auténtica libertad.

Desde Valparaíso hasta Santiago, recuerdan a Allende y su espíritu incansable. Desde Tijuana hasta la Patagonia, su figura inigualable.

Allende, susurro del viento y búsqueda de verdad. Allende la patria, el progreso y la libertad.

Últimamente

Camino sin rumbo por la ciudad, suspirando por las ausencias y las decepciones. Siento que mi corazón quiere gritar con rebeldía, desahogar los desamores y buscar la libertad para la tierra y el alma; sin embargo se censura, calla y se retuerce entre las brazas de la angustia y las caricias que ya no están.

Llueve, son gotas muy finas, que parecen rayar el cielo y modificar lo que se mira, como con ganas de aparentar realidades distintas, donde no hay dolor, tan sólo una imagen difusa de la tristeza y la agónica levedad de existir en soledad. Hace frío, hace noche, hace falta algo o alguien, debe ser que las ideas o han llegado a Cómala o que están en cierto lugar de cuyo nombre no se quieren acordar. Todo es una inmensa y nostálgica postal del desencanto.

Noto mi respiración elevándose en el aire, al igual que yo, no busca ningún lugar. Quiere perderse y olvidar, soñarse en otro cielo y en otros brazos. Descansar de la monotonía para  volver a sonreír y luchar.

Me siento frente a un local cerrado, en banca rota como muchos otros, intento guarecerme del agua, de los murmullos de lo mundano. También busco un lugar donde sollozar y dejar que las tristezas fluyan. Esta debería ser la ciudad de los sueños, hay tantos que se tejen en el aire, otros tantos que se diluyen sobre las pisadas de los incautos, pero hay ilusiones por doquier, unas cansadas y en el suelo, otras bailando y girando entre multitudes, y otras tantas más, en lo inalcanzable, negadas a caer o siquiera a ser acariciadas. Creo que tu perdida es como esas últimas, las de arriba, las que te obligan a mirar el cielo y volver a la realidad en el infierno.

En este lugar de crímenes, represión y amargura, de desigualdad, ignorancia y penuria, hay más que vida, hay historias para contarse, para mirarse, para cambiar la forma en que se degusta el orden de las cosas. Hacen falta cuentos, relatos orales, letras y homenajes. Hace falta tu mano aferrándose a la mía, tu abrazo que hace palidecer el ahogo y da calor a la certidumbre.

No nos miramos, ahí está la razón de mi zozobra, de mi desesperanza al mañana, de mi ansiedad al pasado, del malnacido presente que no me permite explicar. No me domina tu sombra y las palabras no alcanzan para hacerte volver. Es que últimamente ya no soñamos o es que últimamente me cuesta más trabajo despertar.

Ya es mucho detenimiento, es mejor retomar el andar, mojarse un poco más para volver a respirar con fluidez; resurgir de las cenizas y las alas de fuego extender, llevando palabra de esperanza y revolución. Tendré que seguir mirando luceros, ilusionando a la inmensidad, escribiendo cada noche y un nuevo abrazo coleccionar.

Incompleto


Es que me invade algo,
parecido a la incertidumbre,
a la carencia del corazón.

Siento haberme perdido,
extraviado algo muy personal;
tal vez no era propiamente mío,
a lo mejor siempre de alguien más.

No sé si es algo tangible,
meramente intelectual;
tan sólo sé que me hace falta y,
es posible no vuelva jamás.

Esta ausencia es distinta,
semejante a un velorio,
a no tener libertad de expresión.

Potosí

Yo tengo un amor,
allá en el Potosí,
amor maduro,
de labios carmín.

Es de una mujer dulce,
de las que cuentan,
con las que se cuentan.

Allá vive mi musa,
la del bonito Potosí,
corazón resquebrajado,
sonrisa interminable.

Constanzo sabrá decir,
delicia es su nombre,
íntimo para mí.

Yo espero ir pronto,
con mi novia de Potosí,
a llenarme de historias,
y alegrías sin fin.

A Malú.

Mientras te espero

En tu dulce misterio,
más allá de la lluvia,
te evoco con dulzura.

Busco tus colores,
tu delineada silueta,
envuelta en malva,
retocada en celeste.

Acaricio tu recuerdo,
el placer de tu presencia,
cura de mis angustias.

Te abrazo en distancia,
besando tu fotografía,
artista de mis noches,
de la estrella que titila.

Acércate un poco más,
bríndame de tu alegría,
también de tu calidez.

Yo cuidaré tus sueños,
sembraré tus utopías,
seré eterno agradecido,
amor para tu valentía.

El silencio

Estoy acostumbrado al silencio,
siempre ha sido mi compañero,
por eso no se preocupe, 
siempre hemos ido de la mano,
hermanados en ausencia,
también en porvenir.

Es por eso que cuido las palabras,
no me gusta darle celos,
pues el pacto que tenemos,
está más allá de la compañía,
es para mantener secreto, 
para darle importancia al silencio.

No es que haga falta se rompa,
su compañía siempre es ideal,
arropa en adversidad,
es dialogo callado con la nada,
expresión gallarda de formalidad,
mas no hace distinciones.

Entre el silencio y yo hay idilio,
protección, resguardo y libertad,
él es uno cuando llega,
es siempre cuando se decide quedar.

Quererte mucho (#2)

Quererte mucho,
aún cuando no estés,
llorarte en silencio,
a espaldas,
a madrugadas;
quererte en el circo,
tambíen en el hospital,
aferrarme a tu mano,
aún cuando dejaste de apretar.

Quererte mucho,
contarte secretos,
entregarte mi sangre,
rendirme ante ti y
de rodillas abrazarte;
en soledad,
con una taza de café,
por días lluviosos,
entre dolores del corazón.

Quererte mucho,
siendo uno en los años,
igual en los años.

Quererte mucho,
con la vida a palos,
peleas con extraños,
agravios y sobresaltos;
estar para ti,
como tú para mí,
con la ausencia y
tristeza de horfandad,
más que todo con amor.

Quererte mucho,
con azúcar elevada,
casi siempre en soledad.

Quererte mucho,
hasta el cansancio
y por los rincones,
adherirme a tus huesos,
renacer en noviembre
de entre la rebeldía,
eternizarme en junio
antes de la algarabía,
sólo para abrazarte.

Quererte mucho,
tener que reconocerte,
en el alba y la despedida;
ser en tus labios,
tambíen en tus auxilios;
y no pedir nada,
mi corazón te lleva,
mis brazos te cargan,
mi boca aún te suspira.

Quererte mucho (#1)

La barba se llenará de canas,
ya se alcanzan a dilucidar,
es el implacable tiempo,
la vida que se me va.

Igual y es la tristeza,
los amigos y compañeros,
la familia y las entrañas,
aquello que también se va.

Se van y yo los pierdo,
ojalá fueran a regresar.

Les diría que los aprecio,
que hoy compré un peluche,
porque representa inocencia,
tiene ideales de eternidad.

Lo atesora lo mejor que hay en mí,
los relucientes destellos marrón,
está cálido en medio de su pecho,
anhelando el mañana inmediato.

Es por eso que espero,
ya que siempre tarde en entender.

Duelen la madre, la abuela,
los hermanos y paganos,
quienes esperan mi búsqueda,
o mi intermitente voluntad.

Tambíen los que he de reencontrar,
los ausentes y olvidados,
víctimas de mi ceguera,
de mis conflictos en el tiempo.

Van en mi piel adheridos,
como recuerdos de tiempos felices.

México social


Viajero sin rumbo,
vagabundo y taciturno,
pero andante sin fin,
acostumbrado al vaivén.

Así,  corazón de calle;
que te anuncias sin llegar.

Fluyendo sigiloso,
casi como el viento,
andariego irreverente,
amante de aquí y allá.

Así, corazón de calle;
no te fuiste y nunca estás.

Que te digan ausente,
orgulloso y paria,
domingo por la tarde,
la ilusión que no llegará.

Así, corazón de calle;
lamento de la sociedad.

Que te mienten la madre,
pero estrictamente,
no te den un nombre,
eso no es identidad.

Así, corazón de calle;
esperanza en el altar.

Vendrán a decirte

Vendrán a decirte,
los veo venir,
aves de mal augurio,
oportunistas e insensatos.
Te dirán
que he llorado
y que no quiero continuar;
no hagas caso,
no comprenden
o siquiera han llegado a dimensionar;
quieren que te destierre
y eso es imposible para mi corazón,
para él no te has ido,
palpitas,
cerca de mí
cuando bebo café,
cuando despierto preocupado,
en sobresalto
por llegar a tu encuentro.

Vendrán a decirte,
y tendrán cierta razón,
que el pasado me quiebra
y el porvenir se me complica.
Deberás ser prudente,
recordarme
en la medida y manera
como me prefieras; te cuento,
todo está ligado
a aquel día,
cuando te desprendiste de mi mano,
donde nos envolvió
desolador silencio.

Prometo que repetiré mis pasos,
ellos no entenderán,
lo harán a conveniencia,
al calor
y al protagonismo;
pero yo,
tan sólo tengo amor
a lo que considero exclusivamente mío.
Por eso no quiero que te toquen,
y tampoco a tu recuerdo;
que no manipulen,
ni difamen,
ni manoseen
aquello que fue nuestro,
idilio y sufrimiento,
nostalgia con olor a leña.

Vendrán a decirte,
que tú no me instruiste así,
que debo cortarme el cabello,
acudir a la iglesia,
saludar,
conceder, desprestigiarme por protocolo
y sonreír
a quien entre guirnaldas me apuñala
y entre las ratas
no deja de alabarme;
tú sabrás
de mi fidelidad,
auténtica muestra de mi descontento,
idealismo absurdo,
pero en búsqueda,
errante y discontinuo,
mas siempre sincero,
preocupado,
tuyo.

Lo que no vendrán a contarte es,
que no te olvido, que,
te renuevo,
escribo,
contemplo,
rezo
e imploro;
no te dirán que mi horfandad
es ilusoria,
que te has perpetuado en sangre
y te redimes
en esperanza.

No necesitan decírtelo.
Tú y yo lo sabemos.

A Cecilia, también a Consuelo.
(Presentado en el Faro de oriente).

Des-velo


Mi vida, eco quedito,
cumbia en el microbús,
antojito de ocasión;
gris como el cielo en California,
atado de ausencias.

Poesía mala, inconclusa,
lamento de arrabal,
vacíos repletos;
cansancio de nada,
compañía de la llovizna

Quietud, desahucio de rubor,
el corazón en Cuba,
Antigua también;
pedacito del mundo,
fuego sin arder.

A futuro


Que vengas en sueño,
como el deseo de un abrazo,
la caricia al corazón,
y el arrullo.

Que seamos agua,
calor que se dispersa,
canción repetitiva,
y una ilusión.

Que tu voz me estremezca,
tu piel me conforte,
entre anhelos,
y también entre tres.

A Felipe y Miguel


Quise preguntar por Felipe,
me era necesario saber de él,
de su migración constante,
especialmente del pequeño Miguel.

Mi recuerdo los evoca,
sol a cuesta desde el hospital,
arando el camino entre penas,
desprendiendo una flor del rosal.

Llegaban desde la montaña,
querían encontrar bienestar,
Felipe arrullando a su niño,
Miguelito en un eterno suspirar.

Pero la respuesta fue cruda,
Miguel ya no resistió tanto,
ahora su padre carga madera,
del campo al cielo eleva su canto.

No aguante la contestación,
deseé enfrentar la muerte y el olvido,
ser alivio y abrazo de su caminar,
calidez en medio de todo lo resistido.

Algún día iré a Ometepec,
en su tumba sembraré dulces y flores,
como las que solía tejer su madre,
las que llenaban al pequeño de colores.

Presentado el 24 de marzo en Faro de Oriente.

VOLARÁN LAS PALABRAS

Hoy me sorprendí ingenuo,
carente de realidad,
intimidado por dolores viejos,
en un laberinto,
entre las calles y sin libertad.

Me miré con las multitudes,
sin rumbo establecido,
pensando cuál es mi lugar,
abandonado desde dentro,
cual objeto en olvido.

Es cierta suerte de guerrilla,
absurda y fantasmal,
así ha sido la distinción,
lúgubre y errante,
irremediablemente pasional.

Como si algo deshojara,
azul y sepia,
a suerte de jacaranda,
con tan poco encanto,
con fugaz alegría.

Me acompaña un sabor a derrota,
a triste canción,
de las que hablan de instantes,
retrato de adversidad y gloria,
también de desolación.

Insistentemente miro mi alrededor,
reconozco mi negación,
la fantasía de otro mundo,
la calidez de otra mañana,
esencia de transformación.

Huyo y me atrinchero,
fuga de noche,
búsqueda de lo elemental,
amor a la nada y su cercanía,
placer y derroche.

Voy y reviento nuevamente,
vuelan las historias,
con versos y besos repetitivos,
crónica de dulzura y agotamiento,
palabrerías y más.

Siete

Hoy es otra vez,
noche fría donde el cansancio me abate;
hoy como ayer y antes de ayer.

Nuevamente te conviertes en suspiro,
como cuando te recuerdo al amanecer,
sea mañana o el día después.

Te nombro,
el silencio es el de siempre;
él ha venido a reemplazarte de hace tiempo.

Hoy es otra vez,
una noche fría e indómita;
tiembla el recuerdo y vuelvo a extrañarte.

No estás y tampoco estoy yo,
tal vez no estoy yo para ti,
siendo así que yo decidí abandonarte.

Me nombro,
hay eco en mis palabras;
se confronta la ausencia con la alegría.

Hoy es otra vez,
pero a la vez ha dejado de serlo;
siento tristeza pero no hay desamparo.

Debe ser por el florecimiento,
aquel que me regalo el otoño,
por mi estrella de octubre y mi lluvia de noviembre.

Te nombramos,
ellos también son parte;
yo te hago legendaria para que ellos te recuerden.

A Cecilia.

Leyenda de los tres soles.


Cuentan que cuando el hombre apenas comenzaba a tener uso de la palabra, había tres soles, ellos eran celosos y no permitían que el viento y la oscuridad regalaran inteligencia al hombre

De manera clandestina, nuestros ancestros se reunían en las cavernas. Ahí a escondidas de los astros del cielo, charlaban y desenredaban sentimientos, y, a medida que descubrían las virtudes de la palabra y el contacto entre sí, se abatían por la envidia de los soles, tan bellos; también, tan poderosos e inclementes

Así se vivió durante mucho tiempo, comunicándose y escondiéndose a la vez, también así fue el amor, clandestino.

Un día, cansado de tanta represión y sediento de divulgar el amor a su amada, un hombre prometió terminar con tal tiranía. Fue con ella primero, la mujer de su vida. Le dijo que la honraría por la eternidad y que le entregaría una prueba de su devoción; después, juró a su familia que traería libertad para contemplar la noche y gozar con ella.

Y partió. Pasó mucho tiempo y no hubo noticias de él.

Cuando pensaron en celebrar un funeral en su honor, corrió la noticia de que uno de los tres soles había desaparecido. La esperanza floreció y en su familia y su amada las sonrisas prosperaron. Al tiempo, se supo que un segundo sol había sido abatido. Que el tercer malhechor vivía huyendo y que ahora, existía otro reino, el de la noche.

Desde ese día, el sol restante vive fugitivo, permitiendo que la noche sea refugio de los amantes y las palabras; los otros dos, siguen bajo custodia de las mujeres, asomándose sólo cuando hay palabras u oscuridad que obligan al sonrojo.

Sin embargo


¿Qué dice la luna llena,
qué le susurra a La Habana?

Debe ser amor sincero,
caricia, romance y dulzura.
Esperanza en medio de
campos de azúcar.

Tal vez le cuenta del idilio,
del romanticismo del mar.

Seguro se cuentan historias,
reviven recuerdos.
Revolucionan andares,
contemplan futuros.

No sé qué le diga la luna,
pero La Habana la mira llena.

Como se mira al ser amado y,
se devuelve un suspiro.
Como si el embargo fuera capricho,
y así detuvieran el tiempo.

Estelar

Tú, la mujer de las nubes,
caminando en el misterio,
enalteciendo el corazón.

La que mira hacia el cielo,
acaricia las estrellas,
y es ensueño y devoción.

Tú, con la mirada dulce,
el alegre misterio,
también con liberación.

Los ojos galácticos,
que orbitan en mí,
y en otra constelación.

Tú, relativa al espacio,
complejidad de tiempo,
necesidad en la creación.

Otoño


Un día como hoy murió el abuelo,
poco recuerdo de él, 
muchas cosas buenas me han contado,
fue un hombre honorable.

Se ahogo en recuerdos de mi madre,
que ahora tampoco está,
se perdió un día de otoño,
cuando todo lo bueno se va.

Cuando era pequeño, 
iba de la escuela al panteón,
siguiendo las lagrimas,
la memoria que le partió el corazón.

Aprendí a amar al abuelo,
crónica y sentimiento de quien lo amó,
sé que fue hombre justo,
cálido y luchador.

Por eso me quedo con el recuerdo,
pues fue mi madre quien me contó,
así recuerdo al abuelo,
a ella que también se ausentó.

8 de octubre

Dime al oído de aquel encuentro,
esa, nuestra primera vez,
cuéntame que rumbo llevamos,
hazme sonreír hasta amanecer.

Ámame dos veces,
con la lluvia de noviembre también;
como dicen las canciones.

Lee en mis labios el futuro,
pasado, quiero sentir en mi piel,
abrazarte y ser utopía,
ser uno y volver a florecer.

Inunda mi rebelde corazón,
hasta colapsar quien soy;
sé paciente y disfruta el andar.

Locamente prometo amarte,
estaré, a tu lado y con calidez,
iremos por la vereda del tiempo,
las ilusiones no nos harán falta.

Andaremos infinitamente,
dominando monos en el espacio;
hasta volver a empezar.

Sólo volver

Vengo con el flujo de la noche,
con el viento y la esperanza que
arrastra los fantasmas de media noche.

Cantando y sembrando sueños,
levantando polvo, luchando

Lodo en los zapatos
y algo de polvo en el corazón,
pues mi espíritu es viajero,
de peregrino en vieja ilusión.

La vida se me va,
fluye al mirarte entre estrellas,
en los huecos que dejan las multitudes.

Con tu voz se calma mi dolor,
con tu presencia recobro razón.

Vayamos más allá de las montañas,
donde resplandece la magia y el misticismo.
hasta donde nuestros cuerpos revienten
y nuestras sonrisas perduren.

Desespero por tu palabra,
y esa imagen más allá del agua y la tierra,
por ti que eres fuego para mi lucha.

Que nos llegue la mañana,
que el amanecer nos sorprenda desnudos.

Sonríe, tú que miras otros soles,
tú que te sientes a flor de piel;
lucha y mantente de pie,
ya llegará nuestra revolución.

Gritemos nuestras ilusiones,
dejemos que el viento las lleve,
ya sea al mar o a tu corazón destino.

Ya hemos muerto entre dudas,
hay que renacer entre caricias.

Déjame curarte la incertidumbre,
arrullar tus ilusiones.
decirte que a pesar de la penumbra,
iluminaré con ternura tu camino

Especular


Es de noche,
llueve una vez más.
se ausenta el calor,
por eso he vuelto a fumar.

Tal vez es un pretexto,
la repetición de lo que no está.
de lo que hace falta,
lo que no puedo alcanzar.

Debe ser el desempleo,
las caricias que viven en recuerdo,
aquella canción no dedicada,
los sueños que no quieren volar.

A ciencia cierta no sé,
tampoco me importa saber,
lo importante es dejar la angustia,
respirar hondo y no especular.

Rosenda

ROSENDA

A Rosenda le robaron el nombre,
le negaron la identidad,
le quitaron la vida,
la hicieron resucitar.

En la bóveda celeste.
Rosenda en el tren y la canción.

Le ultrajaron la materia,
fue el machismo y la explotación,
la salud se la hicieron suspiro,
en pedazos el corazón.

En la bóveda celeste,
Rosenda y la guerrilla en El Salvador,

Allí está la carne extraviada,
trabajar más allá de las dos,
vagabundos los abrazos,
también el temor de Dios.

En la bóveda celeste,
Rosenda y el oso panda.

Apremiante a mitad de la noche,
estrechando con bondad y calor,
resistiendo hasta el sollozo,
brindando algo mejor.

En la bóveda celeste,
Rosenda los sueños y el amor.

Historia de cómo se desgarró el cielo y tuvieron que subir a parcharlo

Corría el mes de septiembre, de un año muy emotivo del cual no me puedo acordar, casi se festejaba la decena de la cosecha, o lo que es lo mismo, los diez meses después de cultivar. Jojo veía despedirse al verano, notaba en las hojas un cambio lento y paulatino, se iban aclarando; a él le encantaba sacudir los árboles, acariciando los troncos y estrujando las ramas, se entusiasmaba con el aroma que impregnaba sus manos y con la textura de cada una de esas cosas que despreciaba. Lo volvían loco.

Él llevaba una vida simple y feliz, despreocupada y libre, ciertamente, un tanto salvaje. Era él en comunión con lo que del suelo brotaba.

Por igual, amaba a la lluvia que acaricia su cara o produce sonidos graciosos al chocar con el piso. Ambos fluían.

Le contaron alguna vez, que él llegó un día nublado, con el arrullo de la llovizna y el danzar de las copas de los árboles. Recordarlo le daba felicidad. Sin embargo, Jojo, no había disfrutado de ninguna de esas cosas en los últimos días; la lluvia había sido intensa y furiosa, los árboles luchaban con ella y a veces desfallecían. Tremenda cosa, por demás preocupante.

Con su mirada inquieta y ese toque de inocencia, esencia de su alma, fue y preguntó a mamá: ¿Por qué la lluvia está tan enfurecida?

Ella con calma y dulzura respondió: Es porque el cielo se ha roto. Verás, allá arriba hay un océano infinito, lleno de peces de los más brillantes colores; normalmente son las tortugas las que nadan hasta el fondo y lo que tu ves como nubes es en realidad los chapoteos de sus patas contra el fondo de ese cúmulo de agua.

¿Si está roto, no es para que se hubiera vaciado ya? Preguntó Jojo de forma insistente.

Su mamá con la misma dulzura previa respondió: es porque el agua sólo cae cuando las tortugas se enredan en el fondo, sus patas luchan por zafarse y terminan abriendo el boquete salpicando violentamente nuestra tierra.

Fueron varios días los que Jojo pensó, quería recuperar el placer de la lluvia que moja y los árboles que hacen cosquillas. Recordó aquella vez que al preparale la comida su papá se cortó, se había puesto una banda de cinta para detener el dedo, o la sangre, aún tenía esa duda.

Así es como acudió con papá y le pidió que parchara el cielo, no completo, pues el quería que siempre lloviera un poquito. Él muy gustoso aceptó, bajo una sola condición: Jojo debía ayudarle a llegar al cielo.

Nuevamente pensó y pensó. Tal vez enganchar una cuerda a la luna, pero eso era difícil, se necesitaría mucha cuerda y esperar a que la luna fuera una uña de la que se pudieran colgar; no, no era buena opción. Ir en un cohete, subir con propulsión a chorro y dejarse caer en paracaídas desde allá arriba; no tampoco, pues temía que el paracaídas fallará y eso sería una tragedia.

Pasó días pensando, hasta que la memoria le trajo a colación la vez que conoció los globos aeroespaciales; era una idea perfecta, sin gran riesgo y con la seguridad de que podrían viajar varios a la vez.

El cielo fue parchado, sólo lo suficiente, Jojo conoció las tortugas del océano estelar y recorrió los campos de peces fluorescentes, pero esa, es otra historia.

Para Ollin, mi hermoso Ollin.

Si tú...

Si tú me haces falta:
se opacaría la noche,
temblaría el arrullo;
ausentaría la respiración,
la soledad vendría implacable.

Pensarlo anonada mi garganta,
soy indefenso si no estás.

Tú brindas abrigo ante la lluvia,
la que divide el recuerdo,
transformas angustia en ensueño;
robas humedad a mis huesos,
haces fluir su corazón.

No alcanzo a dar con las palabras,
es  inconmensurable lo que me haces sentir.

Si tú me haces falta:
el mundo no tiene coherencia,
las mariposas no rondarán más;
pero estás a mi lado,
por hoy puedo volver a la normalidad.

A Dalila.

Hermetismo

Me trajo un día lluvioso,
a mediados de un año del final,
sin distinción por calor o húmedad,
entre paraiso y purgatorio.

Me encontraba al medio,
de a poco me fui a la izquierda,
eché raíz con la tierra,
idealista y loco revolucionario.

Miré la muerte y,
a partir de ella los infiernos,
Dante se sorprendería,
hoy solo hay inmundicia.

Estuve frente a la injsuticia,
alcé la voz,
me perdí de las calles y su protesta,
comencé a hablar de otra forma.

Me exilié entre misticismo e identidad,
terminé reconociendo mi raíz,
amando lo que soy,
conociendo más de mí.

De ahí me entrañé,
siendo extranjero supe,
debía regresar,
había esperanza y libertad.

Besé tantas chicas como quise,
tal vez no tantas como pude,
eso dejo de importar,
había alguien a quien regresar.

De pronto reiteré la vida,
incierta y cálida,
dulce y renaciente como el amanecer,
maravilla hecha sonrisa.

Terminé conquistando alegrías de otros,
en traje de héroe robé a la muerte,
otra vez y desde la banda,
siempre al borde de la línea.

Me descubrí incierto,
carente de muchas cosas,
ridículo e intelectual limitado,
también enamorado.

A veces camino entre sombras,
hundido en memorias y a tientas en la nada,
vagabundo y opositor,
con la fortaleza de no ir solo.

Los amigos son ausentes,
aquí están los abrigos,
ligados a la promesa,
anclados al recuerdo.

Soy y cambio,
he sido y voy mutando,
crezco y cada día me extingo un poco,
sólo lo necesario.

Confesiones

Duermo presa del miedo,
rehén de la ansiedad,
carente de certidumbre,
absurdo en la realidad.

Sueño con abismos y
me enredo con serpientes,
doliente de este mundo y
de un país repleto de muertes.

Entonces eres mariposa en arrullo,
como la del ensueño del poeta.
También vienes
con el viento del sur,
candida, dulce y esplendorosa.

No desaparece la angustia,
pero medias la desesperanza,
entonces la realidad
deja de mutilar
mi corazón y mi futuro.

Duermo suave entre nubes,
rehén de mi propia utopía,
carente de dolores y miedos,
absurdo contra la previa agonía.

Sueño con imposibles
me enfrento a lo infranqueable,
doliente del camino,
de que se me olvide ser amable.

A Dali

Con el sol



Ustedes que vienen con el sol,
tal vez en el siguiente camión,
doblando la esquina,
cruzando el puente,
subiendo por el elevador.


Ustedes que trastocan mi corazón,
ya sea esperando en anden,
afuera de la estación,
resplandece cuando llegan,
detienen mi respiración.

Ustedes que son uno solo,
nosotros que vivimos siendo uno.

Ustedes que vienen con el sol,
sea de mañana o de tarde,
traen cariño y ensoñación,
son portadores de alegría,
deposito de amor.

Ustedes que trastocan mi corazón,
que son recibidos con abrazos
con café y muchos besos,
ustedes que todo transforman,
que son sonrisas y canción,

A Dali y Ollin

Luchín. Capítulo 9: Angustia y agonía (fragmento).

Remedios corrió desesperadamente, había perdido nuevamente a su hijo, o al menos era ese el sentimiento que la embargaba. Sus pasos se convertían en polvareda, caminaba con la muerte, o bien, contra el espectro de la muerte que representaba el caballero blanco. Mientras sus piernas olvidaban el cansancio y desafiaban el abandono, en su mente se agolpaban todos los momentos en que lloró a su hijo en el exilio.

Las lágrimas cubrían su rostro, la garganta reventaba de pesar, y aunque la garganta se cerraba ante el esfuerzo, ella tenía una convicción. Salvar a Luchín.

En la mente de esa mujer había un recuerdo particular, no era el de la muerte de su esposo, tampoco el de la partida de su hijo ante la atrocidad de Delgado. En realidad le dolía la soledad, la noche en que lloró al esposo muerto y al hijo ausente, temía perder la felicidad que le había dado el reencuentro con Luis.

Esa noche que regresaba cual aparición funesta, representaba para Remedios la muerte, el momento en que su mundo se había ido al carajo, sería el estigma del dolor y la tristeza que marcarían su corazón. Ante el cuerpo de Luis, únicamente acompañada de Nora, la viuda Remedios acomodaba las flores y ungía al cuerpo de su esposo, buscaba darle un toque más humano, menos angustiante; es porque los ojos de aquel hombre reflejaban el terror que sintió en su momento más próximo al deceso, la angustia de ver que su hijo era testigo de aquel horror.

- Debes dormir un poco, mañana haremos los arreglos necesarios. – Decía Nora.

- No hay necesidad de arreglar nada, tampoco de dormir.

- Claro que los hay, mañana tendrás aquí a todos los amigos y compañeros de Luis, a la gente que lo lleva en el corazón

- Cobardes, malnacidos y temerosos. – Interrumpió Remedios. – No son otra cosa que perros miedosos. Nadie se va a acercar, saben que correrían el mismo destino, que ese hombre despreciable vendría por ellos, que los mataría y los perseguiría. No Nora, ya no hay porque dormir, ya no hay un mañana que esperar.

En ese momento Nora se sentaría junto al fuego, tomaría el rosario y nuevamente iniciaría la solemne intercesión ante Dios.

- Para qué le rezas, él no existe. Si existiera no nos habría abandonado, no estaríamos sometidos al dolor. El diablo sí existe, habita este pueblo; ha venido a apoderarse de estas tierras y a causarnos desventuras.

Nora ignoró las palabras de la otra mujer. Sabía que ante la desesperanza sólo quedaba aferrarse a lo que le habían enseñado, a creer que ya nada podría empeorar.

Resurrecciones


Te recuerdo Cecilia,
como Víctor recordaba a Amanda,
tanto como la noche de las 11:53.

Debe ser por las luciérnagas,
o las estrellas que brillan igual,
porque a donde miro ahí estás.

Te abrazo a la distancia,
con amor y nostalgia,
entre esperanza y ensoñación.

Ya no hay dolores,
sólo recuerdos dulces,
renovaciones de vida.

Me sigue asaltando la oscuridad,
el deseo de saberte,
aunque sea a la mitad de la noche.

Creo que ya no te espero,
porque sé que siempre estarás,
bajo dulces, colores, campanas y flores.

Te sigo anhelando,
sin embargo reapareces,
más allá de tu celeste resguardo

Estas sin estar,
presente tan en lo imprevisto,
como las resurrecciones.

Desmemorias

Quiero abrazarme a ti,
reencontrarme ante tu pecho,
como cuando el mar abraza la arena,
o cuando el sol se pierde en el horizonte.

Nos pertenecemos,
andamos traduciéndonos en uno,
simplificando el mundo y  las sonrisas.

No importa si el mundo se diluye,
la firmeza y calidez estarán,
como la caricia del viento a las flores,
o tal vez con el fulgor de las estrellas.

Será como el primer día,
discreto y con cierto dejo a café,
así son las historias no lineales.

Y si viene el olvido estaremos,
ya que las miradas se reencuentran y,
el corazón vuelve a palpitar,
se devuelve ante la familiaridad.

Haremos crónica sin igual,
difícil de interpretar desde la realidad,
esencial ante lo invisible.

Ya somos un comienzo,
noches y días sin final,
por eso repetimos la ausencia,
para volvernos a enamorar.

Alta traición

Ay ilusión perdida,
angustia de otras horas,
lejos quedan tus besos,
presentes las ausencias.

Decidiste marchar lejos,
abandonar brazos honestos,
dejar la ternura en el olvido,
hasta el fin de los tiempos.

Ya no son nuestros los desvelos,
las caricias desbordadas,
ni tus ilusiones en mi corazón,
donde solían estar atrincheradas.

Llamaste tres veces sin mensaje, 
fue infantil la despedida,
parecía negarse a sí misma,
no quería ser ilusión perdida.

Tres veces sin palabra alguna,
mas el silencio lo sabía,
era crónica de la soledad,
repetición de los últimos días.

Hoy visitas lugares prometidos,
con sonrisa despampanante,
pero frágil en el fondo,
destruible en un instante.

Alta traición seria nombrarte,
desear tu sufrimiento,
que muera tu alegría y,
vivas en el tormento.

Prefiero lealtad a mí, 
pues siempre me he tenido,
sea entre Alegría o tristeza,
en lo raro y lo incomprendido.

Ay ilusión perdida,
donde fuiste a quedar,
no sea que un día cualquiera,
te vaya a dar por regresar.

Viaje a Cómala

Quién no vaga como Juan Preciado,
quién no está condenado a buscar,
a desenterrar a sus muertos,
a suspirar por todos los que se van.

Somos materialismo inerte,
estructura con carencias de vanidad,
manojo de recuerdos sin dirección,
anhelo de que volverán.

Es que también vivimos de ansiedad,
imaginando aunque sea una caricia,
una palabra que brinde aliento,
caricia para los días que vendrán.

Por eso permanecemos en el limbo,
en búsqueda de alguna verdad,
rescatando las memorias empolvadas,
soñando que nos reencontrarán.

Hasta pronto Eduardo

Hoy se ha ido uno de esos hombres que se anhela conocer. Hombre más allá de las letras, utopía más allá de cualquier otra circunstancia.

Recuerdo cuando lo leí por primera vez, con las venas abiertas; enervó mi sangre y reblandeció mi corazón. No es que nunca hubiera mirado la injusticia, sino que descubrí que siendo dueños de la tierra más noble y con la cultura más hinchada, sólo esperamos despertar para reclamar al mundo nuestro legítimo derecho a creer, sí en nosotros mismos.

Galeano me enseñó de la esperanza, sentimiento que va tatuado, o bien, que se desprende en todo lo que hago. Leerlo hoy día será requisito, muchos así lo entenderán, pero quienes hemos sido tocados por sus letras en lo más hondo del espíritu, nosotros, no haremos más que pensar que otro mundo es posible.

Es posible el mundo de los locos ebrios de amor y dulzura. Es posible el mundo que resiste pese al agobio y el saqueo. Es posible mirarnos al espejo y descubrir nuevas historias. Es posible levantarnos un día y pelear por los derechos propios y del prójimo, desarrollar un cambio en el orden de las cosas y poder sonreír porque el esfuerzo triunfa ante desprestigio, apatía, represión, clientelismo, trasnacionales, gobiernos, cleros y la propia historia. Es posible porque él lo vio, porque lo retrató. Es más posible porque todos podemos imaginarlo, ...y llevarlo a la realidad.

Se va un monstruo con disfraz de hombre sencillo, un crítico mordaz con la imagen de cordero. Se va el uruguayo que era del mundo. Y ese es motivo para llorar, porque aunque no nos vea, es pertinente que sepa que lo queremos.

Hasta pronto, hombre amigo, maestro. Tus letras ya son leyenda de fuego; tu legado, un abrazo para los hijos de los días.